La primer casa de mi infancia estaba frente a un bosque, no era un bosque de verdad, en realidad era una de esas manzanas típicas de Punta del Este que espera ser vendida, pero mientras estaba repleta de pinos. A los cinco años de edad tenía la seguridad que en el interior de ese “bosque” había una cabañita en la que vivía caperucita roja, y que como habían tantos pinos quedaba tan escondida que ni el lobo la podía encontrar. Creo que de ahí es que me parece encantadora la idea de vivir entre los árboles. En éste caso no es un bosque cualquiera, tiene la particularidad de estar cerca de la laguna y del mar, y además es “mi bosque”.

¿Cómo viviría entre pinos?
Así surge Mar de Pinos, como mi refugio personal, una casa mínima con posibilidad de ir creciendo a través de la sumatoria de otras construcciones dispersas. Los servicios ya no tienen que estar todos contenidos ni cerca, sino que se distribuyen entre los árboles. Un lugar para dormir, otro para trabajar o pintar, otro donde recibir invitados; y así pasar el día entre los pinos.
Durante 2020, estuvimos construyendo este proyecto, que me permitió mudarme, cambiar mi forma de trabajar, y emprender.
Hoy comparto la experiencia de habitar la naturaleza con otras personas, a través de Mar de Pinos. Puedes conocer más accediendo a la web del emprendimiento.