Diseño Comercial Magda tenía un gran trabajo de marca realizado, conocía a la perfección lo que podía ofrecer y lo que sus clientes necesitaban. Con una idea clara de la experiencia que quería brindar, me pidió ayuda para integrar sus ideas y conceptos con la arquitectura y el lugar. Juntas trabajamos en lograr que los espacios fueran parte de ese concepto. El lugar debía transmitir y representar lo que la marca quería.
Una taza de té “en casa” La ubicación era una hermosa casa colonial frente al río. Situada en el sector más antiguo de la ciudad, sus paredes forman parte del patrimonio histórico. Su construcción artesanal y sus muros de piedra guardan en ellas la memoria del pasado.
La casa se vincula con la ciudad de dos maneras muy diferentes. Por un lado, una fachada cerrada de tipo colonial se levanta ante la vereda angosta de un de sus calles. En el otro extremo, un jardín se escalona para terminar casi sobre el río.
El jardín tenía un rol fundamental, sería acceso de los visitantes que a diario recorren la rambla. Debíamos lograr unirlo y vincularlo con el espacio interior.
La Propuesta Para lograr la unidad entre el exterior y el interior. La experiencia dentro de la casa debía expandirse hacia el jardín. Invadir e integrarse con la naturaleza.
Dividimos el proyecto como una sucesión de espacios sensoriales. Generamos distintos lugares caracterizados de manera diferente, pero vinculados y unidos dentro de un único recorrido. Un recorrido sensorial que estuviese formado por distintos momentos de encuentro.
Para lograrlo trabajamos con la naturaleza en sus diferentes formas. Usamos la vegetación y las plantas; pero también una naturalidad más artificiosa, compuesta por estampados, telas y flores artificiales. La naturaleza en todas sus formas inundó el recorrido, como un hilo conductor entre los distintos espacios.
En el jardín la vegetación existente dominaba el lugar y decidimos que plantas dejar invadir y cuáles controlar.
La pérgola que separaba la casa del jardín funcionó como transición. Allí una glicina de cientos de años hace de techo y sombra natural a los visitantes. La acompañamos con plantas aromáticas y con una decoración de pequeñas macetas, generando una sensación de domesticidad y de hogar.
El interior está lleno de pequeños detalles. Los centros de mesa son completados a diario con flores del jardín exterior. La mantelería y telas están cargadas de estampados vegetales, con pequeñas florecitas que se mezclan con rayas y lisos en forma de “patchs”. Repisas con teteras y tarritos de té completan las paredes. El pasillo que da a la calle se llena de flores en el techo como intentando copiar de manera artificial a la glicina del exterior. Cada detalle forma parte de la incorporación paulatina de la naturalidad, que se unen al espacio.
La experiencia interior se expande y se extiende. La naturaleza y el diseño todo lo invaden, para exaltar la experiencia, para saborear y sentir el aroma. Todo forma parte del ritual, de una ceremonia.
Un Ritual La ceremonia de té tiene sus propios tiempos. Requiere un proceso de selección del tipo de preferencia, y la elección entre las distintas combinaciones de aromas. Allí comienza el proceso de infusión de las hierbas, esto requiere de una espera, aquí no hay lugar para la ansiedad. Esta espera es la que invita al disfrute, la pausa obligada que sirve de preámbulo para el momento de la degustación. Finalmente llega el momento donde el aroma y el sabor se conectan para invitarnos a formar parte de un todo.
El lugar acompaña el ritual, hace que comience incluso antes de sentarse en una mesa. Como si tomar el té fuera parte del recorrido. Las personas entran y descubren los detalles. De forma paulatina dejan el exterior atrás y se preparan para el disfrute. La calma del Río parece atravesar la serenidad del jardín y replicarse hasta las mesas, hasta la taza misma de cada comensal.
Allí el tiempo se detiene en una taza, en una casa, y en la historia de sus muros; allí cada momento vivido pasa a ser parte de un grato recuerdo.